
Las marcas premium como Volvo y Jaguar Land Rover, con sede de producción principalmente en Europa, serían de las más vulnerables a estos cambios. Por otro lado, las compañías estadounidenses como General Motors y Stellantis, que dependen ampliamente de plantas de ensamblaje en México y Canadá, también enfrentan grandes riesgos económicos si se materializan los nuevos impuestos.
El presidente electo Donald Trump reiteró esta semana su intención de imponer un arancel del 25% a las importaciones provenientes de México y Canadá. Según Trump, estas medidas están destinadas a presionar a ambos países para que tomen acciones más estrictas contra el tráfico de drogas y el flujo migratorio hacia Estados Unidos. Sin embargo, esta propuesta podría violar el acuerdo de libre comercio entre los tres países, conocido como T-MEC, generando tensiones comerciales adicionales.
De aplicarse estas medidas, las empresas automotrices no solo enfrentarían una reducción de beneficios, sino también un aumento en los costos de producción y posibles ajustes en sus cadenas de suministro globales. Esto podría derivar en un aumento de precios para los consumidores y una pérdida de competitividad frente a otros mercados internacionales.
La imposición de aranceles también podría tener repercusiones más amplias en las economías de México y Canadá, cuyos sectores automotrices dependen en gran medida de la exportación hacia Estados Unidos. Además, la incertidumbre generada por este tipo de políticas podría desalentar la inversión en estos países y afectar a miles de empleos vinculados al sector automotriz.
Mientras Estados Unidos considera implementar estas políticas, la industria automotriz enfrenta un panorama incierto. Los efectos de los aranceles podrían desestabilizar una de las cadenas de suministro más integradas del mundo, alterando la producción, los precios y las relaciones comerciales entre los países involucrados.